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sábado, 30 de noviembre de 2013

La Reencarnación



De acuerdo con una encuesta reciente, el 40 La misma encuesta señala que este número ha sufrido un aumento lento aunque constante en los últimos veinte años. Quizás estos datos puedan sorprendernos, pero reflexionando sobre ello se me ocurren dos causas principales para que esto sea así:

1.- La religión cristiana, que predica la resurrección del cuerpo al final del “juicio final”, está en plena decadencia, sobre todo entre las generaciones más jóvenes.

2.- El budismo, principal defensor del principio de la reencarnación, está expandiéndose por gran parte de los países occidentales, haciendo reflexionar a mucha gente sobre la validez y el buen fundamento de este principio.

Personalmente, he apoyado el principio de la reencarnación desde hace mucho tiempo, y lo que aprendí de él en las enseñanzas Rosacruces no ha hecho sino reforzar esa creencia. En efecto, desde el momento en que aceptamos que el propósito de la vida en la Tierra es crecer y desarrollarse espiritualmente y alcanzar ese estado de sabiduría al que nosotros llamamos “Estado Rosa-Cruz”, parece obvio que este objetivo no se puede lograr en el marco de una sola vida. Efectivamente, es lógico pensar que en unas pocas décadas nadie puede alcanzar ese estado sublime, hasta el punto de manifestar en su comportamiento las más hermosas virtudes que se atribuyen al alma humana, como la humildad, la generosidad, la tolerancia, la no-violencia, la integridad, la benevolencia, etc.

Desde un punto de vista lógico y místico, este desarrollo interior puede llegar a representar muchas vidas, de ahí la necesidad de reencarnar en este plano físico de forma periódica. Así, asumiendo la perspectiva que da la reencarnación, los conceptos de cielo, infierno y purgatorio pierden todo fundamento. De esta forma el alma, después de la muerte, permanece como una entidad espiritual en el mundo invisible, en lo cósmico, a la espera de reencarnarse. Allí, a la luz de la omnisciencia divina, realiza un balance kármico de la vida que ha terminado en la tierra y se adentra en un período de purificación. Cuando llega el momento de reanudar su evolución, el alma se reencarna en una nueva existencia con todo lo que ello implica en términos de buenas y malas experiencias.

Algunas corrientes budistas, y también hinduistas, admiten la metempsicosis, es decir, la posibilidad de que el alma humana se reencarne en un animal o una planta con el fin de purificar sus faltas y errores. Aunque todo el mundo es libre de adherirse o no a esta creencia, no me parece que tenga una base ontológica. De hecho, creo que está en total contradicción con la ley cósmica de la evolución. Sin embargo, al hilo de este tema, sí estoy convencido de que los animales superiores poseen un alma individual y que gracias a esta gran ley evolutiva un día alcanzarán el reino humano. ¿Acaso no se dice de los perros, por poner un ejemplo cercano, que “sólo les falta hablar”?

Por último, siempre que hablamos de la reencarnación surge la pregunta de si uno puede recordar sus vidas anteriores. Desde el punto de vista rosacruz la respuesta a esta pregunta es “sí”, pero sólo en determinadas circunstancias. Además, creo que lo mejor es estimular este recuerdo por nosotros mismos y a través de un método natural. En este sentido debe predominar la prudencia, puesto que algunos individuos afirman ser capaces de poder conducir a otros hacia sus anteriores encarnaciones. Al margen de lo que cada uno pueda pensar sobre ello, y respetando cualquier punto de vista, esta reivindicación de poseer tal poder es muy cuestionable y puede ser peligroso para los que se prestan a este tipo de prácticas, aunque esto puede ser en sí mismo asunto para otro debate. En última instancia, lo que somos en esta vida, manifestado en nuestra personalidad, nuestro carácter, nuestros gustos y disgustos, nuestros ideales, etc., es en gran medida el resultado y el reflejo de nuestras encarnaciones anteriores.% de los creyentes que viven en Europa acepta el principio de la reencarnación.

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